Nada mejor para llamar la atención en este sector que darle un poco de caña al iPhone. Éxito o, al menos, polémica y cierta repercusión asegurada.
Conscientes de ello la consultora Strand Consult se ha sacado de la manga una especie de estudio-profunda reflexión en la que analizan las limitaciones de este teléfono, las justificaciones que sus leales usuarios utilizan para defenderlo y, a partir de ahí, se preguntan si todo esto no debería ser estudiado por los psicólogos como una especie de Síndrome de Estocolomo en versión tecnológica.
Es caro, no es perfecto, obliga a pasar por el aro de Apple y de la operadora de turno y aún así tiene más fans que los Jonas Brothers esos en Tuenti. Resumiendo que Apple os tiene secuestrados y encima os va el rollo, vienen a decir estos contumaces investigadores.
Aunque yo me cuento entre la legión de defensores de todo lo que lleve una manzanita, hay que reconocer que los argumentos escrigimidos por los chicos de la consultora son bastante ciertos.
¿En realidad quién necesita una batería intercambiable, un sistema de aplicaciones abierto, una cámara de fotos en condiciones, una ranura para tarjetas de memoria…?, esgrimen sus usuarios -y sus defensres no usuarios, que aún somos más tristes- cuando alguien osa atacar su gadget predilecto apuntando ahí donde duele.
Pero el iPhone no es un caso aislado. Tal vez sea el ejemplo más conocido de este síndrome, pero no el único. De hecho, ni siquiera tenemos que alejarnos del escaparate de cámaras para encontrar síntomas idénticos a los aquí descritos.
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